El viernes se estrenó la sexta y al parecer última temporada de #Glee con la emisión de un capítulo doble. Primero con "Loser Like Me" y después con "Homecoming" volvió una series que se extiende en el tiempo sin un aparente sentido. Quedaron atrás esas primeras y frescas temporadas que batieron todos los raitings y ganaron seguidores en cantidades inimaginables.
Entonce me pregunto si es necesario seguir extendiendo la agonía de un show televisivo que evidentemente ya dio lo mejor de si, y que no tiene mucho más para ofrecer. #Glee hace dos temporadas que viene agonizando, aún antes de la tragedia que marco un hito tanto en la realidad, como en la ficción.
Cancelada la serie de Rachel, vuelve a su ciudad natal para hacerse cargo del Glee Club y volver a ponerlo en pie, luego de ser erradico de la faz de la tierra, por la implacable Sue. Al rededor de esta nueva propuesta parece edificarse esta última temporada. Sin embargo hay algunas cosas para destacar, por ejemplo que esta vez la competencia va a ser entre viejos conocidos, y no entre extraños. Con Blaine a cargo de los Warbles, y Will Schuester como coach de Vocal Adrenaline la competencia no solo será ardua, sino que a la vez se puede transformar en un juego entretenido para los espectadores.
Musicalmente parece más logrado la interacción de los cuadros musicales en la historia, como si estuviera encajando piezas donde realmente son necesarias y encajan. Tal vez el momento más "Glee" de los dos capítulos fue el reclutamiento en la biblioteca del primer miembro de este nuevo New Directions.
Tal vez sea tan difícil despedirse de este show, porque los que supimos ver lo mejor de esta apuesta hace unos años, no podemos dejarla ir totalmente. Quizás el objetivo de esta última temporada sea permitirnos a todos hacer el consabido duelo y de una buena vez por todas "soltar".
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