El viernes con la emisión de un capítulo doble, Glee finalmente bajó el telón. Así puso fin a seis temporadas, pasando por buenos momentos y por otros que no fueron tan buenos. Sin embargo el final de una series que definitivamente marcó una época y un estilo, no puede criticarse. Era la despedida de todos aquellos que empezamos a seguirla desde el principio, y para los que fueron enganchándose.
La idea de central el guión de un show en los excluidos de una escuela secundaria media de estados unidos era arriesgado, más aún cuando los autores y productores decidieron intercalar en la historia cuadros musicales. Era una puesta fuerte y salió mucho mejor de lo que todos pensamos. No solo porque le dieron el mismo protagonismo a todos los integrantes de su elenco, sino porque los covers se convirtieron en el soundtrack de muchos de sus espectadores.
Glee nos deja un puñado de excluidos que se une en un club de la escuela donde al parecer se canta, se baila y se actúa. El acierto de este show fue sin ningún lugar a dudas incluir una diversidad increíble de temáticas, a través del humor y de la música. Un grupo de chicos que se sentían fuera del sistema y que se integraron en base a la´unión, al trabajo y a objetivos comunes. Apoyándose en sus compañeros de rutas, en esos que a simple vista eran demasiado diferentes, pero que en el fondo compartían los mismos miedos y las mismas expectativas.
La despedida se estructuro en un capítulo doble. La primera parte fue un flashback al 2009, dónde descubrimos cómo va llegando cada uno de los integrantes originales al coro. La segunda parte se adelantó cinco años y nos dejó ver a todos realizados, cumpliendo sus sueños y siguiendo en contacto. Rachel finalmente ganó su ansiada estatuilla, Kurt y Blaine terminaron juntos, felices y con un hijo en camino, para el cual Rachel se ofreció de vientre sustituto. Mr. Shue como director de la escuela, que se convirtió en una de las mejores escuelas de arte y Sam a la cabeza del nuevo y mejorado New Directions.
El mensaje del último episodio tal vez fue que los sueños, después de todos los obstáculos que hay que superar en el camino, finalmente se pueden realizar. Podría criticar algunas cosas de esta despedida, pero en honor a todo lo que me dio esta serie, vamos a dejarlo así.
El tropiezo que Glee sin embargo nunca puedo superar fue la muerte de Finn Hudson (Cory Monteith). Creo que ninguno de nosotros pudo sobreponerse a esa pérdida, estrictamente en lo que respecta a la serie, Glee nunca supo ser Glee sin Finn. No solo porque perdió uno de sus mayores estandartes, sino porque también esfumó una de las mejores parejas que habíamos visto, arriba y abajo del escenario.
La realidad marcaba que Finn Hudson iba a ser el amor eterno de Rachel y también el sucesor de Mr. Shue en la dirección de New Directions, y su muerte dejó un espacio que siempre resulto demasiado difícil para llenar. Miente el que no estaba esperando alguna mención, o imagen de Cory en los últimos capítulos. Miente el que afirma que no lloró a mares en la última escena de 2009, con la performance de Don´t Stop Believing.
Se bajó por última vez el telón de un gran show que además de divertirnos, dejó muchas enseñanzas, no solo a los espectadores, sino a la industria televisiva, nos introdujo a todos en un genero nunca antes visto con este éxito. Crearon con un grupo de marginados y en medio de una escuela secundaria, un show musical que enganchó no solo a los adolescentes, sino a los más grandecitos también. Aplausos para todos y hasta siempre Glee….